Por: Pavel Ugarte Céspedes
PARTE 01
Podemos imaginar un ave… la más bella, pero no hacerla volar… (José Watanabe)
El Cusco es la ciudad natal de grandes escritores nacionales y universales, los cuales nos dejaron un legado bibliográfico importante para entender quiénes somos al presente. Si de exponer libros se trata, en una feria “internacional” dentro de nuestra ciudad las consideraciones deben ser diversas, más aún a tres años de gestada la primera para superar definitivamente crasos errores. Empecemos observando que para ser una “feria internacional” debe haber mínimamente un país invitado anualmente algo que nunca sucedió. Debemos referir también, que las ferias del libro en el mundo nacen con el fin de promover el consumo de libros y su lectura, así como el intercambio del autor, librería o librero con los lectores. Las librerías son diversas con libros de multitudinarios formatos, a su vez ofrecen ofertas y el público es captado por el programa estarcido de arte y los escritores que presentan su obra. Se fomenta la lectura y el apego hacia los libros que ayudan a entendernos a nosotros mismos. Sin embargo, el Cusco ante las propuestas de sus tres “ferias internacionales” se deforma porque quien haya estado en una Feria Internacional del Libro, podrá constatar que lo que literariamente se expone durante dos semanas en el estacionamiento del 3er piso del Centro Comercial Real Plaza, no pasa de ser un fin de semana libresco en cualquier provincia de nuestro país.
Así le hayan agregado un matiz quechua con un vocablo símil al de feria de libro, debemos notar que el nombre poco dice cuando carece de una identidad e idea conceptual para una genuina puesta en valor del libro impreso. Un lema anual, seguido de una propuesta intercultural coherente dado el espacio cultural que representa Cusco, serían piedras angulares para exponer que desde el trabajo intelectual de nuestra región (ombligo de los Andes), surgen grandes reflexiones e inquietudes por el conocimiento de nuestra historia y las variopintas radiografías que identificaron a nuestros escritores en distintos tiempos. Esto no evita, invitemos al resto del mundo en un gesto verdadero de hermandad alrededor del trabajo literario y las motivaciones creativas de sus autores. Por estos criterios, llama la atención e indigna que la Dirección de Industrias Culturales y Artes del Ministerio de Cultura Cusco, quien capitaliza y asume costos (ojo de todos los peruanos y nuestro patrimonio) distorsione y agreda frontalmente por tercera vez las letras y la organización de esta feria en nuestra ciudad.
Desde el afiche (no mencionaremos otros), la imagen superflua de qué es Cusco y qué promueven con su actividad aterriza en el simplismo, le falta vuelo y propuesta, invitar a su rápida lectura porque no necesita “escojamos el color” o estereotipen quiénes somos y quiénes son nuestras warmis quechuas. Si se trata de que nuestras madres con wawa al hombro tengan acceso a la lectura no seamos hipócritas y no convoquemos a esa feria en el estacionamiento de un centro comercial donde su dinero no tiene asidero cuando los miran de pies a cabeza. Mi intención es ser directamente objetivo en la organización de este evento (porque darle otro nombre es sobrevaloración) y asumir la voz de muchos quienes presentamos desafortunadamente el libro de algún amigo de otra ciudad (porque los de los cusqueños muy poco presentan) y decir que el eco para dos “auditorios” no es lo adecuado en una playa de estacionamiento y no tengo que ser asalariado de los desconcentrados de “industrias culturales”, ni tampoco ingeniero en sonido para reconocerlo.
La exposición de libros es pobre en el evento e igualmente la presencia del público en las presentaciones (claro no las musicales que colman la azotea), como fue por ejemplo la de Miguel Gutierrez, quien acompañado de Luis Nieto Degregori (omnipresente presentador de libros seguramente esperando entrar al parnaso literario limeño) compartía el oxígeno con 10 almas exagerando para ser dadivosos y no mezquinos. Sí, el mismo Luis Nieto que pasó a la historia de nuestra ciudad como el primer Montesinos de la administración cultural al hacerse “asesor” de la Dirección de Industrias Culturales y Artes, donde antes fue director junto a sus jales o “jotitas” de la ONG Guamán Poma de Ayala entre otras yerbas. Bajo su asimilación técnica de las letras fuera de nuestro país (dicen estudió en Rusia, sería también otro fracaso del socialismo), tuvimos que apreciar cómo un literato en la gestión pública cierra las puertas a todo tipo de apoyo institucional y sepulta propuestas que atentan contra su ego e intereses personales pues imprime más libros de los suyos y compañía que los que nuestro pueblo requiere y de sus autores reclama. Desafortunadamente, Jorge Vargas Prado, -vinculado a Lucho desde que salió a estudiar literatura, o sea desde siempre-, ha seguido esta percepción superflua de la cultura andina vista desde la alienación. Por ello, prefieren invitar con todo pagado escritores de Lima (con obvias contraprestaciones personales) para talleres, presentaciones, “asesorías”, concursos (uno sobrepagado, otro sin noticias) y demás joyas para un expediente judicial si la impunidad no fuese algo que transita libremente en nuestras calles. Eventos para 15 o 20 personas sin ningún impacto en la ciudadanía, es derrochar el tesoro público que alimentamos todos los peruanos.
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