Por el Sociólogo, Eduardo Gonzáles Cueva
Prisión preventiva para Ollanta Humala y Nadine Heredia
En diciembre del 2011, Humala se hartó de negociar con el pueblo de Cajamarca sobre el proyecto Conga, y cambió su gabinete. En los meses que siguieron, su nuevo Premier dirigió una represión generalizada, que causó muertes de manifestantes en Celendín y Espinar. Todas y cada una de esas muertes están en la impunidad. Todas esas familias quedaron destruidas y sin reparar.
Se abandonó la “hoja de ruta”, pese a que ésta ya era una concesión al centro para ganar las elecciones del 2011 y, durante el resto del quinquenio, se gobernó (que en el Perú significa, se mató) para la Sociedad Nacional de Minería. Luego, hubo renuncias, expulsiones, sanciones infamantes, para desprenderse de la izquierda que lo llevó al poder. Y muertes, muchas muertes más, siempre en la impunidad.
Humala traicionó a sus votantes, pero si esperaba ganar nuevos aliados en la vereda de enfrente, se equivocó. La derecha lo usó, lo despreció, lo saboteó y lo descartó como un residuo innecesario. Porque eso es lo que suele ocurrir con los traidores: pierden a quienes los querían, y no ganan a aquéllos que los compran.
No me da ninguna lástima, pues, su suerte.
No me hago tampoco mayor problema con el argumento torpe de que no se justifica su prisión porque también debieran estar presos otros. La falacia del “tú también” nunca me ha convencido. La justicia contra los poderosos no existe en el vacío, sino que ocurre cuando su aparato de poder se desmorona. La justicia, a veces, aprovecha una oportunidad creada por los ajustes de cuentas entre los de arriba. La lucha contra la impunidad no es un congreso académico, ni un banquete de gala. Es jurídica y es política; ocurre en el foro y en la calle. Por alguna parte hay que empezar, y ya le llegará el turno a Toledo y a Alan García, si los ciudadanos peleamos por ello.
Tampoco me flagelo con el argumento inútil de que todos los presidentes elegidos después de la dictadura tienen procesos penales abiertos. Hay un uso político de la justicia contra los enemigos, sin duda, pero también hay una advertencia para todos los que pretendan gobernar. Por supuesto que preferiría a presidentes que no tengan deudas con la justicia, pero si las tienen, los prefiero a todos presos por sus crímenes que impunes por un pretendido equilibrio político.
Foto: Fuente Andina
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