24/09/2023

Parte 2: Más allá de los números y más acá de la cultura

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¿El Cuzco vive exclusivamente del turismo?

Los consignas utilizadas por los contra manifestantes están sostenidas y consolidas en un sentido común, por la cual se consideraría que el Cuzco vive exclusivamente del turismo. Según datos del INEI la tasa de ocupación de la región se concentra en actividades como la agricultura, pesca y minería (42,4%), seguidas de actividades como la “otros servicios” (24,9%) y comercio (16,9%). En el caso de la ciudad del Cuzco, según datos de la Municipalidad del Cusco (2006), la población efectivamente activa (48.4%), se concentran mayormente en “servicios” (51,2%), seguidos por el comercio (26.0%), y la manufactura (11.7%).

De manera que la visión hegemónica de que el Cuzco es una región turística responde a dinámicas propias de la capital regional, que no directamente tiene que responder a la ocupación regional. Para empezar a ofrecer una aproximación crítica sobre el turismo en la región y en la ciudad habría que empezar a preguntarnos sobre la situación ocupacional del resto del porcentaje que no se encuentra dentro del PEA de la ciudad del Cuzco.

De forma parecida es necesario requerir una mayor precisión en los datos por actividades, y de forma parecida es necesario profundizar en los datos estadísticos sobre la situación de informalidad y tributación del sector, para así comprender de forma más cabal los beneficios generados por la actividad turística.

El quedarse con las estadísticas presentadas podría servir únicamente para mostrar a grandes rasgos y de modo general el incremento de la actividad turística, así intuir o especular sobre los beneficios o perjuicios generados por esta. Aunque cabe mencionar, que estos datos no reflejarían caso concretos, si únicamente nos circunscribimos a la información cuantitativa.

Cabe señalar que habitualmente el acercamiento de las ciencias sociales sobre las consecuencias del turismo ha sido de reparo y reproche, ya que el influjo de la actividad genera cambios acelerados en los modos de vida tradicionales. A pesar de esto el investigador peruano-chileno Cristian Terry (2016), a partir de un estudio de los tejidos de la comunidad de Chawaytire en Pisac, afirma que por la demanda del mercado turístico se produce  una «revaloración cultural» de las formas tradicionales de producción, como estrategia de adaptación, que no solo preservan sino también insertan al textil dentro de una nueva dinámica de circulación (Terry 2016).

<<De manera que la visión hegemónica de que el Cuzco es una región turística responde a dinámicas propias de la capital regional, que no directamente tiene que responder a la ocupación regional>>

Si pensamos estos otros procesos, un tanto complejos y vinculados al turismo se podría aproximar a la forma ambigua que la actividad turística genera procesos de identificación social y cultural. Partiendo de los distintos “ismo” cusqueños –desde el incanismo, pasando por el cusqueñismo, y llegando al qosqorunismo– se puede notar una impronta de revalidación de la cultura prehispánica y quechua de la ciudad, que funcionan como “marca estratégica de mercadizar” el mundo prehispánico, ofreciendo una otredad exótica, que realimenta la mitología local, muchas veces produciendo nuevos mitos que validan la búsqueda de los turistas (Flores Ochoa y van Den Berghe 1999). Este proceso es manifestado concretamente en actos públicos y festivos, a través de símbolos, fiestas y discursos, dando preferencia a lo prehispánico y “evitando el reconocimiento de la ascendencia indígena” (Pacheco Medrano 2007).

Aunque, como indica Pérez Galán (2003), sobre actos estos públicos, no por ser tradiciones inventadas por otros (incaista) y representadas para otros (turistas), generan una pérdida de sentido a los participantes, ya que esta es una “estrategia moderna de negociación”, que la población utiliza para mantener lazos de reciprocidad, sirviéndoles para situarse como grupo en relación al mundo globalizado, donde los términos de intercambio son una “imagen de autenticidad exótica en estos rituales escenificados para el turismo a cambio servicios y obras de infraestructura” (Pérez Galán 2003).

Mostrando las complejas aristas que implica el desarrollo de la actividad turística en un contexto como el nuestro, donde las tensiones producto del “encuentro de dos mundos” o de “la larga noche” —según se prefiera— aún articula las relaciones sociales entre individuos y grupos culturales y sociales.

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