Por el historiador Jesús Cosamalón
Muchas personas, hombres y mujeres, se han quejado amargamente de esta frase, señalando que es una generalización abusiva que ofende a quienes no avalan ni ejecutan estos actos criminales.
Si la respuesta a esto consiste en demostrar por estadísticas que la mayoría no comete estos crímenes, estamos mal porque implicaría lo esencial del rechazo a un acto criminal. Lo primero es la solidaridad con la víctima y la búsqueda de justicia, no importa si es parte de un acto aislado o masivo. ¿Si fuera uno mismo o un familiar cercano importaría la estadística? Lo más llamativo es la falta de sensibilidad de una parte de la opinión pública, que incluso aprovecha este hecho para bromear y burlarse.
En ese sentido, para ser parte de esta cultura de la violación impune no es necesario cometer el acto, también se es parte de ella bromeando, culpando a las mujeres por provocar, por no gritar o responsabilizando a los hombres por no protegerlas. Así, son parte de este país de violadores quienes niegan esa realidad que afecta a muchas, muchas, mujeres de nuestro país. Se ha demostrado que no es un acto aislado, que hay una práctica mucho más extendida de lo que nos habíamos imaginado, negar esa realidad es impedir que se extienda el rechazo necesario para comenzar a cambiar esta cultura.
En segundo lugar, la cultura de la violación no es solo en cuanto la agresión sexual contra las mujeres. Somo un país en que la violación en general, de los derechos de otros, de los derechos humanos, de la dignidad y de otros principios básicos es una práctica extendida. Y no solo se ejecuta, se celebra la violación. Los ejemplos de estas conductas son tantos y tan fáciles de observar que es innecesario detallarlos.
Por último, el machismo no es algo de lo cual uno se puede sentirse liberado, cual acto mágico. La reflexión y el aprendizaje nos ayudan a controlar aquellas características del machismo o racismo que han sido internalizadas silenciosamente en nuestra formación básica. Hemos sido educados en una sociedad machista y racista, donde algunas bromas y conductas son celebradas a pesar de ser ofensivas, en la que violar puede ser considerado un acto justificable por la supuesta conducta de la víctima, como algunos defienden en las redes.
Mientras no seamos conscientes de que necesitamos luchar contra esas fuerzas que nos acompañan cotidianamente, nuestro país continuará siendo un país de violadores.
Ilustración: Álvaro Portales
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