
Por: Crislinda Gutierrez Vargas
Centro Bartolomé de Las Casas
LA CLAVE PARA LOGRAR EL ESTADO DE DERECHO QUE TANTO SOÑAMOS
A puertas de conmemorar el bicentenario de nuestra independencia política y el surgimiento de lo que hoy conocemos como república peruana, resulta necesario reflexionar sobre uno de los retos más grandes y urgentes pendiente de logro, que consiste en el posicionamiento de la mujer rural como protagonista del Estado de derecho.
Durante estos doscientos años de vida política, nuestro país hizo propio el concepto “Estado de Derecho” que significa en síntesis el “imperio de la ley”.
Hoy por hoy nuestra vida cotidiana está regulada por las diversas leyes inspiradas en nuestra naturaleza misma y la convivencia en colectividad; un claro ejemplo son nuestros derechos y deberes que están contenidos en la ley más importante que es la Constitución Política del Perú de 1993.
Sin embargo, leyes muy importantes no son ejercidas por ciertos sectores sociales[i], o peor aún son conceptos desconocidos y reina entonces el desorden, el atropello de derechos, comisión de delitos que no son denunciados o peor aún la normalización de conductas dañinas y además ilegales como la violencia humana o la contaminación del ambiente.
En este contexto, es tarea de todos sensibilizarnos respecto a la importancia de difundir y promover el conocimiento y aprehensión de derechos humanos y prácticas saludables para poder ejercer parte o todo el marco de normas que se han creado para nuestra buena convivencia. No obstante, existen aún tareas pendientes para que el estado de derecho rinda efectos y mitigue muchos problemas angulares; un factor importante es el desenvolvimiento de la mujer rural empoderada de conocimientos y experiencias enriquecedoras que les permita salir en busca de sus derechos, que les faculte y motive tomar iniciativas para mejorar las condiciones de vida desde sus hogares hasta sus comunidades y sus regiones.
Cuando fijamos la mirada sobre las condiciones de vida de la mujer peruana, inmediatamente saltan a la vista heridas que debemos curar; como el incremento del índice de violencia física, sexual y emocional, el feminicidio, la desigualdad de oportunidades respecto al acceso político, económico y laboral, entre otras brechas que no nos permiten todavía gozar de la tan anhelada calidad de vida como promesa de una sociedad democrática.
Dicho contexto de crisis se agudiza aún más cuando nos enfocamos en la realidad de la mujer rural quien se encuentra en mayor desventaja debido a múltiples factores, pero sobre todo por el deficiente acompañamiento del Estado y el Gobierno durante el proceso de empoderamiento femenino o alfabetización de sus derechos, facultades y obligaciones que amplíen su horizonte humano y ponga en marcha la mejoría de su condición de vida.
Como una de las alternativas que da la cara a esta dificultad, la antropóloga Ligia Alencastre Medrano sugiere que “el encuentro entre mujeres rurales afianza el reconocimiento de la condición misma de ser mujer, y con ella el conocimiento y ejercicio de los derechos humanos, pero también las responsabilidades sociales, económicas y políticas que ello conlleva intrínsecamente, así como compartir experiencias de liderazgo femenino y gestión política de otras mujeres de similares condiciones”.
Teniendo en cuenta la gran responsabilidad de todos para mitigar esta problemática social, el Centro Bartolomé de Las Casas reunió en la casa del Cargador y en la Casa Campesina de Cusco a 37 mujeres originarias de la provincia de Cotabambas, específicamente de los distritos de Tambobamba, Mara, Haquira y Challhuahuacho, con el propósito de hacerlas partícipes del Proceso de Formación de Lideresas para el desenvolvimiento en espacios públicos mixtos.
El temario abordado puso foco en temas esenciales como el auto reconocimiento de la mujer rural, los derechos de la persona, los derechos económicos, políticos, culturales, el Estado, la importancia del territorio, la agroecología, la seguridad alimentaria, la divulgación de testimonios femeninos de participación política, la importancia de la participación ciudadana, la violencia familiar, la organización de las comunidades campesinas.
Esta jornada es imprescindible porque brinda a la mujer rural contenidos necesarios para su capacitación y desenvolvimiento en diversos planos sociales como sus hogares, las comunidades territoriales y culturales a las que pertenecen y las agremiaciones que ella mismas puedan convocar. De hecho, este tipo de esfuerzos para la formación de lideresas ha permitido que mujeres, como las señoras Maritza Marcavillaca y Raymunda Quispe sean hoy en día protagonistas de la vida social y política en Cusco y Tambobamba respectivamente; demostrando que a pesar de haber vivido experiencias difíciles en el pasado, cambiaron el rumbo de sus vidas y ahora son testimonios vivos que también cambian las vidas de otras personas en sus comunidades, y que están capacitándose para poder asumir íntegramente responsabilidades políticas que hasta ahora fueron solo ejercidas por varones.
La consecuencia inmediata de esta junta femenina, fue que las demás mujeres partícipes se llevaran a casa más de un conocimiento nuevo para ser replicado con otras compañeras, así como poner en prácticas alternativas nuevas de autogestión que les permita ser productoras de sus propios ingresos, por ello visitaron los invernaderos implementados en el centro poblado de Ccorao, experiencias que consolidan en ellas, motivación e información. De esta manera rompen la cadena para que sus hijas e hijos no repitan las mismas falencias de desconocimiento de sus derechos y facultades, ni tampoco se olviden de sus responsabilidades con su tiempo y su espacio.
TESTIMONIOS
(…) “primera vez ñuqa hamurani, gustawan, sumaq allinta hortalizasta qawaqriyku, camputa lluqsiyku, tikakunata munayta wiñachisqaku, llankarisqaku, ñuqaykupas chayhinata rurarisaqku llaqtaykuman kunan chayaruspaqa, compañeraykunamanpas willasaqku chay rikusqayta. Violencia familiar, alcoholismo, chaykunamanta rimayta qanman [munani].”
Es la primera vez que vengo, y me ha gustado, vimos lindas y buenas hortalizas, salimos al campo donde habían trabajado hermosas flores, nosotros de igual forma trabajaremos. Ahora que retornemos, avisaremos a nuestras demás compañeras este trabajo que vimos. Quisiéramos hablar sobre la violencia familiar, el alcoholismo.
Mariluz Rocio Cchahuana Layme, Centro poblado Patan, Haquira, distrito de Cotabambas, Apurímac.
(…) “allin karan kay kimsa punchaw, imaymana yacharisqaykuta kunan ripunaykupaq apakuchkayku, derechuykuta respetachikunaykupaq, ñuqayku allinta yacharitamuyku. Mana ñuqayku yacharaykuchu. Llaqtaykupi chay invernaderopi llankayta, ni derechuykutapas mana ancha yacharaykuchu, pero khunanqa [yacgariykuñan].”
Fueron buenos estos tres días, aprendimos bastante, nos llevamos el saber de hacer respetar nuestros derechos, hemos aprendido bien, en nuestro pueblo no sabíamos sobre el trabajo del invernadero ni sobre los derechos, pero ahora conocemos.
Raymunda Arcos Cabrera, Federación distrital de mujeres de Tambobamba, Apurímac
(…) “Trabajamos con las mujeres todo el tema de sus derechos, el tema de la estima personal, que ellas encuentren sus propias capacidades y puedan hacer una reflexión y empiecen a pensar en ellas primero y luego también entiendan la importancia de su territorio, las posibilidades que tienen en su territorio de hacer proyectos que les permita mejorar su calidad de vida, proyectos que les ayude a en la seguridad alimentaria, proyectos que les ayude a recuperar energías para ellas mismas , para sus familias y para su comunidad”
Ligia Alencastre Medrano, Antropóloga – CBC
[i] Y como consecuencia posteriormente pasan a ser “sectores o poblaciones vulnerables” de la sociedad.
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