
¡TIERRA O MUERTE! Las organizaciones campesinas y gremiales han tenido orígenes en las acciones de grandes personajes como Hugo Blanco y Luis de la Puente Uceda. En este día vale repensar por qué las organizaciones se han debilitado y han perdido influencia colectiva.
Escribe: Alberto García Campana
En la provincia de La Convención está el distrito de Maranura. Y en el distrito de Maranura está Mesa Pelada, explanada en la que hacia 1962 se atrincheraron los guerrilleros del Movimiento de Izquierda Revolucionaria – MIR, encabezados por el médico Luis de la Puente Uceda, para tratar de hacer en el Perú lo que con éxito habían hecho en Cuba, años atrás, Fidel Castro y sus compañeros.
De aquel levantamiento armado quedan muy pocos testimonios, pero sí enormes lecciones, una de las cuales es sin duda que ningún proyecto político o social puede alcanzar el éxito si no construye bases de apoyo, es decir, si no conquista el respaldo de la población.
La guerrilla encabezada por De la Puente Uceda se concentró en Mesa Pelada y en el norte del país con Guillermo Lobatón. No hubo ninguna organización que respaldara la acción armada.
El estallido y el previsible final de la guerrilla sirvieron como documento base para que otro líder, reconocido también como guerrillero, impulsara la conformación de colectivos que apoyaran la lucha, probablemente no por el poder, sino para reivindicar el derecho de los campesinos sobre las tierras que cultivaban. Ese líder se llama Hugo Blanco.

Cosechando la furia contenida
Hugo Blanco Galdós nació en el distrito de Huanoquite, provincia de Paruro, el 15 de noviembre de 1934, pero echó raíces en el poblado de Chaupimayo, del distrito de Maranura, provincia de La Convención – Cusco.
En general, toda la provincia convenciana se encontraba, entre las décadas del 50 y el 60, sometida a un control casi absoluto de los hacendados sobre enormes extensiones de tierras dedicadas mayoritariamente al cultivo de la caña de azúcar.
Los habitantes de las áreas que ocupaban las haciendas eran peones que, a cambio de trabajar de sol a sol para el terrateniente, tenían el permiso para dedicarse a cultivar, para su beneficio, una pequeña parcela. Solamente un día a la semana podían cultivar las tierras que les había asignado el hacendado. Esa circunstancia, sumada a las inhumanas condiciones de trabajo, hizo germinar en la población un sentimiento de rechazo a los hacendados y una mal disimulada aspiración de arrebatarles sus tierras.
Pero, se necesitaba de una organización que organizara y canalizara ese estado de ánimo colectivo.
Fue entonces que, bajo la orientación de Hugo Blanco Galdós, se conformó el Sindicato de Campesinos del Distrito de Maranura, el primero en todo el departamento del Cusco, según revela el mismo Blanco, autor del libro Nosotros los indios.
Los primeros dirigentes de la organización campesina fueron Andrés Gonzáles y Antonio Huacac, quienes también promovieron acciones de fuerza como la toma de poblaciones, bloqueo de carreteras y masivas movilizaciones tanto hacia Quillabamba como a la ciudad del Cusco.
El gobierno de Velasco
Hasta la mitad del gobierno militar encabezado por Juan Velasco Alvarado, solamente existían en el Cusco las federaciones distritales de campesinos que, confluyendo en federaciones provinciales, dieron paso a la conformación de la Federación Departamental de Campesinos del Cusco, creada también por Hugo Blanco, con el apoyo de dirigentes obreros como Emiliano Huamantica. La concurrencia de las federaciones campesinas dio origen al nacimiento de la Confederación Campesina del Perú- CCP.
Sin embargo, la organización campesina sintió que otros colectivos germinaban allí, en distritos y provincias, dando paso primero a las ligas agrarias, a los frentes de defensa del campesinado y a otros, los que luego en el Cusco extendieron la partida de nacimiento a la Federación Agraria Revolucionaria Tupaq Amaru del Cusco – FARTAC – y a la Confederación Nacional Agraria, CNA, de alcance nacional.
En la práctica, y al amparo del gobierno de Velasco, la CNA liderada por el cusqueño Avelino Mar Arias, aplastó a la CCP y aquí, la FDCC enfrentó profundos cismas que a la postre determinaron su debilitamiento.

El campesinado en 2020
Desde hace cinco o seis años, de la Federación Departamental de Campesinos del Cusco no se sabe mucho. Sus dirigentes surgen de encuentros muy raleados que no alcanzan a ser “congresos”, aunque oficialmente utilizan esa denominación.
De la inmensa fuerza que tuvo la organización campesina en los años 70, 80 y comienzos del 90, queda solamente el recuerdo. De las contundentes marchas de cocaleros convencianos al Cusco, las tomas de tierras en Anta encabezada por Esteban Puma y el retumbar de tierras en Espinar con la FUCAE, solamente quedan la nostalgia y el pesar.
La persecución desatada por el régimen de Fujimori entre 1990 y el año 2000 terminó por liquidar toda forma de organización social. Hoy, la FDCC es apenas un nombre, su secretario general, Salvador Merma, tiene solamente el cargo de forma protocolar. Peor suerte ha corrido la FARTAC, enfrascada en luchas intestinas por asuntos de manejo de recursos, cobro de alquileres y otros asuntos que nada tienen que ver con las aspiraciones de la gente que labra la tierra. Si en el Cusco las organizaciones campesinas se mueven con dificultad, a nivel nacional la CCP y la CNA han dejado hace tiempo de dar señales de vida. Y poco es lo que puede hacer por cuanto, más que en pensar en hacer la revolución o en capturar el poder, los campesinos del Cusco están preocupados en conseguir el pan de cada día, buscar mercados para su escasa producción agropecuaria, impulsando mecanismos bajo la denominación de “emprendimientos”.
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