02/06/2023

Educación en la pandemia y el bicentenario

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Quince meses después de la primera declaración de emergencia sanitaria se han dado aprendizajes, sobre todo en el sector salud y educación, pero también se han hecho más visibles las enormes brechas que existen entre lo público y lo privado, lo urbano y rural, el rico y el pobre. Hoy, el proceso educativo debe garantizar tres elementos: cobertura, acceso y calidad.

Escribe: Eulogio Tapia Deza – Licenciado en Educación, especialista en Políticas Educativas y Desarrollo Territorial. Estudiante de doctorado en Gobierno y Políticas Públicas en la UNI, exgerente de Desarrollo Social y Humano de la Municipalidad del Cusco, consultor en el Gobierno Regional del Cusco, Defensoría del Pueblo y Ministerio de Educación.

Las situaciones adversas confrontan a las personas, a la sociedad y sus instituciones, y hacen más visibles sus debilidades y deficiencias. Hoy la pandemia funciona como un baremo de lo instituido, la emergencia evalúa a las personas, familias y Estado en sus capacidades, creatividad, recursos, fortalezas y convicciones.

Se ha constatado que las estructuras de nuestro país, en la mayoría de los casos, se hallan construidas sobre cajas de cartón, mal que bien funcionaban mientras ejecutaban lo que históricamente hacían. Cuando se incrementó la demanda y se requirió celeridad, eficiencia, transparencia y creatividad no dieron la talla.

Hoy, quince meses después de la primera declaración de emergencia sanitaria, se han dado aprendizajes, sobre todo en el sector salud, pero también se han hecho más visibles las enormes brechas que existen entre lo público y lo privado, lo urbano y rural, el rico y el pobre.

El sector educación ha sido uno de los más golpeados. El proceso de enseñanza aprendizaje, que ya tenía muchas deficiencias pre pandemia, se vio afectado y en muchos casos interrumpido. La opinión general es que el proceso educativo requiere de la interacción presencial, sobre todo en los niveles básicos.

La educación pública

Sin embargo, no todo es malo en el mundo virtual. Aquellos que pudieron rápidamente adaptar plataformas, implementar sesiones en tiempo real, conservando la interacción maestro-estudiante, en el marco de ambientes controlados, materiales previamente preparados y condiciones adecuadas (computadora, cámara web, exclusividad en el uso de las herramientas tecnológicas, soporte familiar, número limitado de estudiantes por maestro) lograron, por lo menos, no retroceder o en el mejor de los casos avanzar.

Pero esto se dio fundamentalmente en la educación privada urbana. Para los niños de la educación pública, el maestro fue reemplazado por una imagen en la televisión, una voz en la radio, unos minutos en el celular vía WhatsApp, y la situación más dramática aún, en la zona rural, marcará nuestra memoria, la imagen del niño buscando señal en la cima de un cerro. En un país que se precia de su crecimiento, este retrato nos vuelve a la realidad, nos cuestiona y sobre todo debería subvertirnos por la injusticia que representa. 

Urge una evaluación de los impactos de la pandemia en los procesos de enseñanza aprendizaje. El proceso educativo debe garantizar tres elementos: cobertura, acceso y calidad. Cobertura significa la infraestructura básica necesaria, al decir infraestructura no sólo se refiere al espacio físico sino al conjunto de condiciones materiales (libros, cuadernos), currículo, docente en aula, equipamiento. Hoy parte de la cobertura debe ser el acceso libre a internet y contar con el equipo necesario para hacerlo. 

Acceso es que el estudiante pueda hacer uso del servicio educativo y permanecer en él. Hoy se prevé que la deserción escolar se incremente (fundamentalmente por temas económicos), por lo que se deben generar mecanismos para impedir que el estudiante deje el aula. 

Calidad es que el proceso de enseñanza aprendizaje cumpla con estándares establecidos, no a nivel nacional sino internacional, pues vivimos en una aldea global que, nos guste o no, establece parámetros para el empleo, estudio y la comunicación en general.

Es necesario que el Estado garantice acceso a internet y otros servicios para asegurar la calidad de la enseñanza en las escuelas.

El reto de volver a las aulas

Se pone en agenda la vuelta a la escuela de manera presencial y, gracias a que la vacunación avanza, vemos una luz al final del túnel. Sin embargo, una pregunta surge: ¿volveremos a las mismas condiciones en las que estábamos antes?

Si es así, no hemos aprendido nada. Las crisis son destructivas, pero también nos empujan a actuar con convicción y sobre todo creatividad; nos permiten dar un paso adelante, superando el modelo que no pudo dar respuesta a la emergencia. 

Un ejemplo puede ayudar a graficar lo señalado: en el siglo pasado el acceso a la información era privativo de aquellos que tenían los recursos para comprar libros (sobre todo vigentes) o a la información que estaba resguardada en monumentos dedicados a ella: las bibliotecas. El maestro en esas condiciones apoyaba en la transmisión de información. Hoy la información está a un clic y treinta segundos de distancia. 

El maestro es alguien que debe ayudar al estudiante a entenderla, analizarla con visión crítica, descartar los hechos de las suposiciones. En este siglo, el rol del maestro, del currículo, de la escuela y de la comunidad es el de motivadores y facilitadores del aprendizaje.

En la zona rural, que no tiene el castellano como lengua materna, todo esto se convierte en un reto para que la brecha no se agigante. El manejo de las redes sociales, el software y la comunicación digital son ya un commoditie. Tener estudiantes que viven y se educan en el siglo pasado y estudiantes que están preparados para el futuro no permitirá el desarrollo del país, nos configura escenarios de profundización de la desigualdad, caldo de cultivo para las crisis de gobernanza y gobernabilidad.

El bicentenario y la vuelta a las aulas no deben permitir que las niñas y los niños, nuestro futuro, sigan estudiando en la precariedad de los módulos, en aulas con goteras, sin ventanas, con carpetas insuficientes, libros que llegan tarde o maestros contratados cuando todo ya empezó. Suficiente tiempo se ha tenido para superar todo esto.

También se debe contar con que la cobertura, el acceso y la calidad deben garantizar el acceso gratuito a internet para maestros y estudiantes de todo nivel, dotarlos del equipamiento adecuado para hacer uso de él, modificar el currículo y capacitar a los docentes para que el proceso de enseñanza aprendizaje forje ciudadanos con las competencias para analizar la información, pensamiento crítico, que puedan adaptarse y dar respuestas asertivas en situaciones críticas, con creatividad y sobre todo mucho, pero mucho, sentido de solidaridad.

Nadie puede estar bien si su hermano sufre. Celebraremos el bicentenario en educación no cuando volvamos a la presencialidad sino cuando demos un paso adelante de cara al nuevo centenario.

Puede leer la edición completa de Pulso Regional en el siguiente enlace: