
ALGO DE HISTORIA. La reforma iniciada en 1969, liquidó los latifundios y procedió a lotizar las tierras. Pronto, los beneficiarios de la reforma decidieron agruparse en cooperativas agrarias y de producción y en Sociedad Agrícolas de Interés Social (SAIS). Ahora el reto es abrir mercados locales, regionales e internacionales es otra tarea pendiente.
Escribe. Alberto García Campana – Catedrático de la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco (Unsaac).
A Hugo Blanco Galdós (Paruro, 1934) se le adjudican algunos excesos en la lucha social y política, pero existe consenso en considerarlo como el gestor de la reforma agraria formalizada en el Perú el 24 de junio de 1969.
Hasta antes del inicio de los movimientos campesinos en la provincia de La Convención y específicamente en el sector de Chaupimayo, la tierra estaba dividida en haciendas, casi todas ellas destinadas al cultivo de la caña de azúcar. De la caña se extraía en primer lugar la azúcar rubia que luego de enviarla a refinerías en Cusco y Lima se convertía en blanca, en chancaca y en aguardiente. El bagazo, que era lo que quedaba después de exprimir la caña, no tenía utilidad conocida y era echada a los depósitos de basura. Luego ya se valoraría su gran utilidad como materia prima para fabricar papel.
En otras provincias, como Anta y Cusco (distritos de San Sebastián y San Jerónimo), en las haciendas se cultivaba principalmente papa, maíz y trigo.
La relación, en todos los casos, era de verticalidad, arbitrariedad y abuso entre el terrateniente (hacendado) y los pongos (campesinos/comuneros). Estos últimos recibían una pequeña extensión de terreno para uso agrícola, por parte del hacendado, y éste, a su vez, recibía como compensación el trabajo gratuito, de lunes a sábado, desde la salida del sol hasta su puesta.
En La Convención, a comienzos de los años 60’, se levantó Hugo Blanco movilizando a miles de campesinos explotados. Los dueños de las haciendas, entre ellos la familia Romainville, escaparon de los valles y se refugiaron en la ciudad del Cusco.
En Anta, años después, otro dirigente, Esteban Puma, encabezó las tomas de tierras. La reforma agraria iniciada en 1969, liquidó los latifundios y procedió a lotizar las tierras. Pronto, los beneficiarios de la reforma decidieron agruparse en cooperativas agrarias y de producción y en Sociedad Agrícolas de Interés Social (SAIS).
Sin embargo, lo intempestivo de la reforma -que los campesinos/comuneros pasen de semiesclavos a propietarios de la tierra- dificultó el mantenimiento de los niveles de producción agrícola. Los instrumentos tecnológicos de producción de las haciendas habían sido desmantelados y se tuvo que recurrir nuevamente a la chaquitaklla y al arado, al molino manual y al azadón.
Hoy, 52 años después de la reforma agraria impulsada por el gobierno del general Juan Velasco Alvarado, la asociatividad se convierte en un imperativo para generar mercados, además de la industrialización de los productos. Abrir mercados locales, regionales e internacionales es otra tarea pendiente. Es aquí a dónde debería orientarse la llamada segunda reforma agraria.
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