
OLVIDADAS. Las desigualdades de género y el acceso limitado a préstamos, el descuido de su salud y su educación afectan severamente a las mujeres rurales. Asimismo, la crisis económica y alimentaria causada por la pandemia, y el cambio climático han agravado su situación. El Estado mantiene una deuda histórica con ellas.
Escribe: Luz Gladis Vila Pihue – Activista indígena.
El 15 de octubre se recuerda el Día Internacional de la Mujer Rural. Es un día para mirar, reflexionar y pensar sobre la situación de las mujeres rurales y el inmenso aporte en el desarrollo de sus familias, comunidades y el país.
¿Quiénes somos las mujeres rurales en el Perú? Somos las mujeres campesinas, originarias o indígenas que vivimos en el campo y nos dedicamos a la agricultura y la ganadería, principalmente, y en menor proporción a la artesanía y otras actividades.
Según la FAO, dos de cada tres trabajadores de la agricultura familiar son mujeres. De acuerdo al INEI 2019, las mujeres rurales conducen el 30 % de la actividad pecuaria del país y más de 3 millones 460 mil mujeres viven en zonas rurales, muchas de ellas no tuvieron la oportunidad de aprender a leer y escribir, condición por la cual son excluidas del mercado laboral y económico. En el 2017 el analfabetismo afectaba al 8.7 % de mujeres peruanas de más de 15 años (tres veces más que la cifra de hombres). En la zona rural la cifra subía a 23.5 %.
De acuerdo con el área de residencia, las mujeres que trabajan en el área rural son las más vulnerables a nivel socioeconómico. El informe de ENDES 2017 señala que en las zonas rurales los embarazos de madres adolescentes ascienden al 23.2 % frente al 10.7% en las zonas urbanas. Según el censo de 2017, 777 mujeres, entre 12 y 14 años, fueron madres.
La violencia las rodea
En el Perú, según la encuesta ENDES 2017, las mujeres rurales han sufrido algún tipo de violencia familiar alguna vez en la vida por parte del esposo o compañero en un 64.1 %, de esta cantidad los casos de violencia física representan un 59.6 % en la zona rural y 48 % en la zona urbana.
A pesar de estas estadísticas y situaciones, las mujeres rurales, campesinas, originarias y/o indígenas, contribuimos de manera importante en el desarrollo de nuestra familia, nuestras comunidades y el país, especialmente con el trabajo en actividades agrícolas y pecuarias. Sin embargo, nuestros derechos se siguen vulnerando de manera frecuente.
Si bien se evidencia una alta participación de las mujeres rurales en actividades económicas, estas actividades agrícolas y ganaderas en su mayoría son de micro comercialización, de subsistencia y autoconsumo. Esta situación se ha ido agudizando en la pandemia, porque las productoras no pudieron realizar las cosechas y tampoco lograron vender sus productos, por lo que la producción de la campaña agrícola siguiente se redujo por falta de semillas y abono. A esto se suma los efectos del cambio climático que afecta sus siembras y crianza de animales.
La participación de las mujeres es fundamental para el desarrollo de la agricultura y ganadería, así como para preservar los conocimientos, las tecnologías y proteger el ecosistema.
Por ello es fundamental valorar la resistencia y el aporte de las mujeres rurales por la defensa de sus derechos y sus territorios, porque son fuentes de vida y permiten que las mujeres sigan alimentando a sus familias, al país y al mundo. Son las mujeres las que cuidan, fortalecen y sostienen la vida familiar, comunitaria y territorial. En este proceso, nuestras lenguas originarias o maternas son primordiales, porque encierran conocimientos claves para la ciencia.
Además, las mujeres rurales somos las guardianas de las semillas, de la biodiversidad y proveemos de alimentos a nuestras familias, las comunidades, el país y el mundo, por lo que queremos seguir con esta tarea, pero necesitamos políticas públicas más coherentes, viables y con enfoque intercultural.

Las exigencias
Exigimos respeto a nuestras diferencias, a nuestras culturas, a nuestra forma de pensar, de sentir y de hacer las cosas. Sobre todo, exigimos el reconocimiento de nuestros derechos individuales y colectivos.
En el marco del bicentenario y para avanzar hacia la igualdad de oportunidades con identidad cultural es necesario centrarse en algunos puntos principales. A saber.
· Para que exista una verdadera segunda reforma agraria se debe empezar reconociendo a la mujer rural y su aporte como un actor clave.
· Acciones diferenciadas porque las mujeres protegemos y cuidamos la tierra, seleccionamos y guardamos las semillas, gestionamos el agua desde nuestra mirada mujer en conexión con la madre tierra pachamama.
· Que se implementen programas de alfabetización y capacitación permanente para las mujeres rurales con enfoque intercultural y lingüístico, así lograremos que las mujeres sigamos contribuyendo a garantizar la seguridad y soberanía alimentaria.
· Avanzar en la implementación de un sistema integral de cuidados con pertinencia cultural para las mujeres rurales.
· El acceso al sistema de salud integral con enfoque intercultural.
· Acceso a la propiedad y titulación de tierras.
· Espacios seguros de atención con pertinencia cultural para casos de violencia familiar.
· Fortalecer los espacios de representación comunitaria y política de la mujer rural andino-amazónica.
Como vemos aún hay brechas. Quedan tareas pendientes que cumplir, pero también existe la esperanza de cambio de fondo, desde nuestras raíces culturales, desde nuestra existencia, desde nuestras experiencias de vida y de lucha. Las mujeres rurales seguiremos contribuyendo al desarrollo de nuestro país, exigiendo el pleno ejercicio de nuestros derechos individuales y colectivos, porque sin las mujeres no hay democracia y sin las mujeres rurales no hay seguridad y soberanía alimentaria. Es tiempo de avanzar en un diálogo intercultural en el que tu aporte y mi aporte sean fundamentales para proteger nuestra casa mayor que es el planeta Tierra y seguir resguardando nuestras semillas, nuestra biodiversidad, para las futuras generaciones. Warmikunaqa kachkanikuraqmi/ Aún existimos las mujeres rurales.
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